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sábado, 6 de febrero de 2010

"En el Camino Real" Anton Chejov






Anton Pavlovich Chejov

"En el Camino Real"




(Na Bolshoi Dorogue)
Ensayo dramático en un acto
(1883)
Traducción de F. Podgursky



PERSONAJES
TIJÓN EVSTIGNEEV, dueño de una taberna en el camino real.
SEMIÓN SERGUEICH BORTZOV, terrateniente arruinado.
MARÍA EGOROVNA, su mujer.
SAVVA, viejo peregrino.
NASAROVNA
EFIMOVNA Peregrinas
FEDIA, un hombre de paso: de oficio, obrero.
EGOR MERIK, vagabundo.
KUSMA, un viajero.
Un CARTERO.
El COCHERO de la mujer de Bortzov.
PEREGRINOS.
OBREROS.
Gente de paso.

La acción se desarrolla en una de las regiones del sur de Rusia



Acto único
La escena representa la taberna de TIJÓN. A la derecha hay n mostrador y una estantería con botellas. En el fondo, una puerta que conduce al exterior. Sobre ésta, y por la parte de afuera, cuelga un mugriento farol rojo. El suelo y los bancos que se extienden a lo largo de la pared están totalmente ocupados por peregrinos y viajeros. Muchos de ellos, por no haber encontrado sitio, duermen sentados. La noche está muy avanzada. Al alzarse el telón, se oye el retumbar del trueno y, por la puerta abierta, se divisan relámpagos



Escena primera
TIJÓN se encuentra tras el mostrador. Reclinado sobre uno de los bancos. FEDIA toca quedamente el acordeón. A su lado, y vestido con un raído traje de verano, está sentado BORTZOV. En el suelo, junto a los bancos, han buscado acomodo SAVVA, NASAROVNA y EFIMOVNA
EFIMOVNA. -(A NASAROVNA.) ¡Empuja al viejo, madre!... ¡Quizá está entregando su alma a Dios!
NASAROVNA. -(Descubriendo el rostro de SAVVA.) Hombre bendito, ¿estás vivo o te has muerto ya?
SAVVA. -¿Y por qué voy a estar muerto? ¡Claro que vivo, madrecita! (Se incorpora sobre un codo.) ¡Tapame un poco las piernas! ¡Así!... La derecha un poco más... ¡Así, madrecita! ¡Que Dios te de salud!
NASAROVNA. -(Arropando las piernas de SAVVA.) Duerme, padrecito...
SAVVA. -¿Dormir?... ¿Y qué sueño va a tener uno ya?... ¡Lo que necesitaría uno es paciencia para soportar este martirio, que lo que es sueño!... ¡Eso es lo de menos! Pero ¡yo..., pecador de mí..., no merezco la paz!... ¿Qué ruido es ese, peregrinita?
NASAROVNA. -Es la tormenta que Dios nos manda. Aúlla el viento y está lloviendo a cántaros. Parece que tiran garbanzos al tejado y a los cristales. ¿No oyes? ¡Se han abierto los postigos del cielo! (Un trueno.) ¡Dios nos asista!
FEDIA. -¡Se le antoja a uno que ese ruido no va a acabar nunca! ¡Aúlla el viento como un perro! (Encogiendose.) ¡Qué frío!... ¡Tengo la ropa tan empapada, que la podría torcer!... ¡Y luego esa puerta de par en par! (Toca, bajito, en su instrumento.) ¡El acordeón se me ha quedado blanducho y no hay manera de sacarle ninguna música! ¡Si no fuera por eso, les habría dado un concierto como no han oído otro igual! ¡Un concierto de primera!... ¡Podría haberles tocado una contradanza o una polka o alguna que otra coplilla rusa! ¡Cualquier cosa podía haber tocado! ¡En la ciudad..., en mis tiempos de mozo en los «granhoteles», no ganaba dinero..., pero en cuestión de acordeón!... ¡Me aprendí todas las notas! ¡También sé tocar la guitarra!
UNA VOZ DESDE UN RINCÓN. -¡Eres tan memo como tus conversaciones!
FEDIA. -¡Pues el que ahora habla no lo es menos! (Pausa.)
NASAROVNA. -(A SAVVA.) Tú lo que tendrías que hacer ahora, viejo, es estarte calentito... Abrigarte la piernecita. (Pausa.) ¡Viejo!... ¡Hombre de Dios!... (Meneando a SAVVA.) ¿Es que estás muriendote?
FEDIA. -¡Lo bueno sería, abuelito, que te echaras al cuerpo un trago de vodka! ¡Ya verás cómo cuando te lo tomes y empieces a sentir como si el vientre te ardiera despacito..., te encuentras mejor! ¡Anda, bebe!
NASAROVNA. -¡No digas sandeces, muchacho! ¡El viejo, a lo mejor, está entregando su alma a Dios y arrepintiéndose de sus pecados, y tú le vienes con esas palabras! ¡Y encima tocas el acordeón! ¡Déjate de músicas..., cara de sinvergüenza!
FEDIA.- ¡Pues así que tú no le molestas! ¡Se ve que el pobre no puede más, y tú le vienes con majaderías!... ¡Te aprovechas de que por su santidad no pueda decirte una palabra fuerte..., y tan contenta de que te escuche! ¡Tonta..., más que tonta! ¡Duérmete, abuelito! ¡No la hagas caso! ¡Déjala hablar y no la oigas! ¡Ya sabes que «la lengua de mujer es como la escoba del diablo..., que barre de casa al vivo y al sabio»! ¡Tú, ni hacerla caso! (Con un gesto de asombro.) Pero ¡qué delgado estás, hermano! ¡Qué delgadez más terrible! ¡Eres igual que el cadáver de un esqueleto! ¡Estás sin vida! ¡A lo mejor es verdad que te mueres!
SAVVA. -¿Por qué me voy a morir?... ¡Dios me libre de morir así! ¡Un poco más de sufrimiento, y me levantaré con la ayuda de Dios! ¡No permitirá la Virgen santísima que muera en tierra extraña!... ¡Moriré en mi casa!
FEDIA. -¿Eres de lejos?
SAVVA. -De la misma Vologda.
FEDIA. -¿Y por dónde cae Vologda?
TIJÓN. -Por más allá de Moscú... Es una región...
FEDIA. -¡Vaya, vaya!... ¡Pues no es nada de donde vienes!... ¿Y todo a pie?
SAVVA. -A pie, muchacho. Estuve a visitar a San Tijón, y ahora voy a las montañas santas. Después..., si es la voluntad de Dios..., a Odea. Desde allí dicen que, por poco precio, se puede llegar a Jerusalén. Creo que no cuesta arriba de veintiún rublos.
FEDIA. -¿Y a Moscú, fuiste?
SAVVA. -¡Vaya pregunta! ¡Lo menos cinco veces!
FEDIA. -¿Y es bonita la ciudad? (Enciende un cigarro.) ¿Vale aquello?...
SAVVA. -Hay muchos santuarios, muchacho..., y en todos los sitios donde hay santuarios se está bien.
BORTZOV. -(A TIJÓN, acercándose al mostrador.) ¡Otra vez te lo pido!... ¡Por amor de Dios!
FEDIA. -¡Lo principal en una ciudad es que haya limpieza!... ¡Que si, por ejemplo, hay polvo..., que se riegue!... ¿Que hay barro?... ¡Pues que se quite! Las casas tienen que ser altas...; y luego el teatro..., la Policía..., los «osvoschik»...(1). Yo, como he vivido en ciudades, lo sé.
BORTZOV. -¡Una copita!... ¡Esta, que es muy pequeña!... ¡Dámela a fiado, que yo te la pagaré!
TIJÓN. -¡Estás tú bueno!
BORTZOV. -¡Te lo suplico! ¡Hazme la merced!
TIJÓN. -¡Anda, anda..., vete de ahí!
BORTZOV. -¡Si es que no me comprendes! ¡Entérate, ignorante..., caso de que tu cabeza de «mujik», hecha de madera, contenga una brizna de sesos!... ¡No soy yo el que te lo pide! ¡Te lo piden, como dicen los «mujiks»..., mis entrañas! ¡Es mi enfermedad la que te lo está pidiendo! ¡Entiéndelo!
TIJÓN. -¡No tengo nada que entender»! ¡Vete de ahí!
BORTZOV. -Pero ¡comprende que si no bebo algo ahora mismo, que si no satisfago esta pasión..., puedo llegar a cometer un crimen!... ¡Dios sabe lo que sería capaz de hacer!... ¿Será posible que, habiendo visto en la vida tanto borracho, no conozcas todavía lo que es esa gente?... ¡Son enfermos!... ¡Verdaderos enfermos! ¡Puedes atarles con una cadena, puedes pegarles..., pero tienes que darles vodka!... ¡Te lo ruego encarecidamente! ¡Hazme la merced!... ¡Comprendo que me estoy rebajando! ¡Dios mío!... ¡Cuánto me estoy rebajando!...
TIJÓN. -(Examinándolo.) Trae el dinero y habrá vodka.
BORTZOV. -¿Y de dónde voy a sacarlo?... ¡Me lo he bebido todo! ¡Hasta lo último que me quedaba! ¿Qué voy a poder darte? Lo único que conservo es el abrigo, y ése no es posible, porque lo llevo sobre el cuerpo desnudo... ¿Quieres el gorro? (Quitándose éste, se lo tiende a TIJÓN.)
TIJÓN. -(Golpeando con el puño en el mostrador.) Hum... ¡Vaya gorro! ¡Tiene más agujeros que un cedazo!
FEDIA. -(Riendo.) ¡Es un gorro de noble!... ¡Para pasear por las calles e ir saludando a las «mamuaselles» «¡Adiós, muy buenas! ¿Qué tal esta usted?»...
TIJÓN. -(Devolviendo a BORTZOV el gorro.) Ni regalado lo quiero. Es una basura.
BORTZOV. -¿No te gusta?... ¡Fíame, entonces!... ¡Cuando vuelva de la ciudad te traeré tu «piatak»(2) y ojalá te atragantes con ella! ¡Que se te quede atravesada en el gañote! (Tose.) ¡Te aborrezco!
TIJÓN. -(Golpeando con el puño en el mostrador.) ¡Cuidado que te pones pesado!... ¡Vaya con el hombre este!... ¡Para qué se te habrá ocurrido venir!
BORTZOV. -¡Quiero beber!... ¡No soy yo quien lo quiere! ¡Es mi enfermedad la que lo necesita! ¡Compréndelo!
TIJÓN. -¡No me saques de quicio..., si no quieres que te eche de aquí!
BORTZOV. -¿Qué haría yo? (Alejándose del mostrador.) ¿Qué podría hacer? (Queda pensativo.)
EFIMOVNA. -¡Es la fuerza maligna la que te perturba! ¡No la hagas caso, señor!... ¡Es la maldita de ella la que te está soplando al oído: «¡Bebe! ¡Bebe!...» Pero tú tienes que contestarle: «¡No quiero beber! ¡No quiero beber!...», y ya verás cómo te deja en paz.
FEDIA. -¡Seguramente que en la calamocha no oyes más que un ruido: «Trutututú»... (Ríe.) ¡Qué caso el tuyo, señoría!... ¡Más te valía echarte a dormir!... ¡Será mejor a que te estés ahí, en medio de la taberna, como un espantapájaros! ¡Esto no es una huerta!
BORTZOV. -(Rabioso.) ¡Cállate! ¡Nadie te pregunta a ti nada! ¡Burro!
FEDIA. -¡Habla si quieres, pero ten cuidado con lo que dices!... ¡Cuántos como tú andan vagabundeando por el camino real!... ¡Y sobre eso de llamarme «burro»..., ya verás lo que es bueno cuando te dé una paliza que te haga aullar más que el viento!... ¡El burro lo serás tú!... ¡Basura! (Pausa.) ¡Más que zopenco!
NASAROVNA. -¡Puede que el viejo esté rezando y entregando su alma a Dios, y estos escandalosos aquí, con esas palabras!... ¡Sinvergüenzas!
FEDIA. -¡Tú sí que eres troncho!... ¡Si es a una taberna adonde vienes a parar, no nos vengas con lloriqueos! ¡En las tabernas las costumbres son de taberna!
BORTZOV. -¿Qué haría yo? ¿Qué podría hacer? ¿Cómo lograr que lo entienda? ¿Qué clase de elocuencia hay que emplear con él? (A TIJÓN.) ¡Se me coagula la sangre en el pecho! ¡Tío Tijón! (Llorando.) ¡Tío Tijón!
SAVVA. -(Entre gemidos.) ¡Me da unos tirones la pierna, que me parece tener dentro una bala de fuego!... ¡Peregrinita!... ¡Madrecita!...
EFIMOVNA. -¿Qué quieres, padrecito?
SAVVA. -¿Quién llora ahí?
EFIMOVNA. -El caballero...
SAVVA. -¡Pide al caballero que vierta también por mi una lágrima, para que alcance a morir en Vologda! ¡La oración acompañada de lágrimas es la más meritoria!
BORTZOV. -¡No estoy rezando, abuelo! ¡Esto no son lágrimas! ¡Es mi propio jugo! ¡Tengo el alma tan oprimida, que se le escapa el jugo!... (Sentándose junto a SAVVA.) ¡El jugo!... ¡Solo que no podéis comprenderlo! ¡Tu mente obtusa no puede comprenderlo, abuelo!
SAVVA. -¿Y sabes tú dónde encontrarlas claras?
BORTZOV. -¿Claras, abuelo?... ¡Ay!... ¡Esas sí que me comprenderían!
SAVVA. -¡Pues las hay, querido!... ¡La de los santos es clara!... ¡Ellos comprenden todas las penas! ¡No tiene uno que contárselas!... ¡Comprenden sin palabras! ¡Te miran a los ojos y comprenden!... ¡Y entonces tú... sientes un consuelo..., como si las penas no hubieran existido nunca!
FEDIA. -¿Acaso tú has visto a los santos?
SAVVA. -Me ha ocurrido verlos, muchacho... ¡En la tierra hay toda clase de gentes!... ¡Hay muchos pecadores, pero también hay servidores de Dios!...
BORTZOV. -No comprendo nada. (Levantándose de pronto.) ¡Para seguir una conversación hay que entenderla, ¿y acaso tengo yo ahora juicio? ¡Lo que tengo es instinto..., sed!... (Se acerca rápidamente al mostrador.) ¡Tijón! ¡Toma el abrigo! ¿Comprendes? (Se dispone a quitárselo) ¡El abrigo!
TIJÓN. -¿Y que llevas debajo? ¿Vas desnudo? No te lo quites. No lo cogeré. No quiero echar un pecado sobre mi alma. (Entra MERIK.)



Escena II
Dichos y MERIK



BORTZOV. -¡Bien! ¡Me lo echaré yo! ¿Estás conforme?
MERIK. -(Se ha quitado la «sermiaga»(3) y aparece vestido con una «poddiovka»(4). Lleva un hacha colgada de la cintura.) ¡Mientras la gente tiene frío..., el oso y el hombre sin familia siempre están calientes!... ¡Vengo sudando! (Deja el hacha en el suelo y se quita la «poddiovka») ¡Sacas un pie del barro y se te viene encima un cubo de sudor! ¡Por supuesto, sacas uno y se te queda preso el otro!
EFIMOVNA. -Así es... ¿No para un poco la lluvia, querido?
MERIK. -(Tras una mirada a EFIMOVNA.) No hablo con mujeres. (Pausa.)
BORTZOV. -(A TIJÓN.) ¡Cargo con el pecado! ¿Me oyes o no?
TIJÓN. -¡No quiero oírte! ¡Déjame en paz!
MERIK. -¡El cielo está tan oscuro que parece que le han untado con alquitrán! ¡Ni la punta de la nariz se ve uno! ¡Te pega la lluvia en la carota igual que si fuera ventisca! (Hace un montón con su ropa y el hacha.)
FEDIA. -¡Pues eso para vosotros, los granujas, es el principal asunto!... ¡Que las fieras se escondan y que empiece la fiesta!
MERIK. -¿Quién ha dicho esas palabras?
FEDIA. -¡No tienes más que mirar para acá!
MERIK. -¡Bien! ¡Ya sé dónde apuntar!... (Acercándose a TIJÓN.) ¡Hola, viejo morro!... ¿No me reconoces?
TIJÓN. -¡Si a todos los borrachos que andáis por el camino real tuviera que reconoceros..., necesitaría, por lo menos, diez agujeros en la frente!
MERIK. -¡Fíjate bien en mí, sin embargo! (Pausa.)
TIJÓN. -¡Vaya! ¡Te reconozco, en efecto! ¡Hay que ver! ¡Por tus ojotes te reconozco! (Le tiende la mano.) ¿Eres Andrei Policarpov?
MERIK. -¡En tiempos era Andrei Policarpov, pero ahora como hay que llamarme es Egor Merik!
TIJÓN. -¿Y por qué?
MERIK. -¡Porque Dios me mandó esa cédula, y así tiene que ser! ¡Ya hace cerca de dos meses que soy Merik!... (Se oye tronar.) Brrrr... ¡Haz el ruido que quieras, trueno, que no te tenemos miedo! (Girando una mirada a su alrededor.) ¿No habrá sabuesos por aquí?
TIJÓN. -¡Qué sabuesos ni qué ocho cuartos! ¡Lo que encontrarás serán más bien moscas y mosquitos! ¡Gente de paz! ¡Los sabuesos estarán, con seguridad, a estas horas en la cama, durmiendo! (Alzando la voz.) ¡Ortodoxos! ¡Ojo con los bolsillos y las ropitas! ¡Es un valiente y os robará!
MERIK. -¡El dinerito, sí será mejor que lo guarden y, en cuanto a la ropita..., no pasen cuidado con ella, que no la tocaré!
TIJÓN. -¿Adónde vas ahora?
MERIK. -A Kuban.
TIJÓN. -¡Vaya, vaya!....
FEDIA. -¿A Kuban? ¿De veras? (Incorporándose.) ¡Menudo sitio!... ¡Un sitio, hermanos, tan bueno, que no podría verse otro igual en sueños ni aunque se pasara uno tres años durmiendo!... ¡Enteramente Jauja!... ¡Dicen que de aves y de ganado..., sabe Dios lo que habrá!... ¡Parece ser que allí la hierba crece todo el año..., que las gentes están siempre de acuerdo..., y que hay tanta tierra de sobra, que no saben qué hacer con ella!... ¡Me dijo el otro día un soldado que los que mandan allí la reparten a cien «desiatin»(5) por morro!... ¡La felicidad completa! ¡Que Dios me castigue si no es así!
MERIK. -¡La felicidad!... ¡La felicidad la llevamos siempre detrás!... ¡No se la ve!... ¡Solo si pudiera uno morderse el codo la vería! ¡Bobadas!... (Recorriendo la mirada por los bancos y la gente.) ¡Esto parece un campamento de presos!... ¡Hola, chusma!...
EFIMOVNA. -(A MERIK.) ¡Sí que tienes ojotes furibundos!... ¡Seguro que el maligno está dentro de ti, muchacho! ¡Mejor harías en no mirarnos!
MERIK. -¡Hola, zarrapastrosos!
EFIMOVNA. -¡Vuelve esa cabeza! (Dando un empujón a SAVVA.) ¡Savvuchka! ¡Un hombre malo nos está mirando! ¡Quien sabe si irá a echarnos mal de ojo! (A MERIK.) ¡Te dije que volvieras la cabeza, áspid!
SAVVA. -¡No hará nada, madrecita, no hará nada!... ¡Dios no lo permitirá!
MERIK. -¡Salud, ortodoxos!... (Encogiéndose de hombros.) ¿Ninguno dice nada? ¿No estaréis dormidos, mendrugos? ¿Por que calláis?...
EFIMOVNA. -¡Aparta esos ojotes, que tienen ese orgullo de demonio!
MERIK. -¡Calla, vieja arpía! ¡No era con orgullo de demonio, sino con afabilidad y buenas palabras como quería dirigirme a la desgracia!... ¡Como os veía ahí como las moscas, todos agolpados unos a otros..., me daba pena!... ¡Quería hablaros buenamente, tratar con mimo vuestra cochambre..., y me volvéis el hocico!... ¡Qué se le va a hacer! ¡Si no queréis..., bien está! (Acercándose a FEDIA.) Y usted, ¿de dónde es?
FEDIA. -De aquí. De la fábrica de ladrillos «Jamoñ».
MERIK. -Pues anda... Levántate de ahí.
FEDIA. -(Incorporándose.) ¿Cómo?
MERIK. -Que te levantes. El que se va a echar ahí voy a ser yo.
FEDIA. -¿Qué es eso de «se va a echar ahí»?... ¿Es, acaso, tuyo este sitio?
MERIK. -Es mío, sí. Anda y túmbate en el suelo.
FEDIA. -¡Pasa de largo, transeúnte, que no te tengo miedo!
MERIK. -¡Miren qué valiente! ¡Vamos, quítate de ahí y dejate de conversaciones si no quieres llorarlo, bobo!
TIJÓN. -(A FEDIA.) ¡No le lleves la contraria, muchacho! ¡Déjale!
FEDIA.- ¿Y qué derecho es el tuyo?... ¡Porque me mires con esos ojotes no creas que voy a tenerte miedo! (Levantándose del banco, recoge sus trastos y tiende en el suelo alguna prenda sobre la que echarse.) ¡Diablo! (Se tumba y se tapa la cabeza.)
MERIK. -(Extendiendo su vestimenta sobre el banco.) ¡Cuando me llamas así, es porque no has visto nunca al diablo! ¡Los diablos no son como yo! (Se echa, y coloca a su lado el hacha.) ¡A descansar..., a descansar, hachita..., hermanita mía!... ¡Ven que te arrope bien!... ¡La robé y la llevo siempre conmigo!... ¡Me da lástima tirarla y no sé dónde meterla! ¡Es como una mujer que te hastía!... Sí... (Arropándose.) ¡Los diablos, hermano, no son como yo!
FEDIA. -(Sacando la cabeza de debajo de la «sermiaga».) Pues ¿cómo son, entonces?
MERIK. -¡Son... como el vapor..., como un vaho!... ¿Ves lo que es este soplo?... (Sopla.) Pues así son ellos. Es imposible verlos.
UNA VOZ DESDE UN RINCÓN. -¡Será que habrá que agacharse a mirar por debajo del arado!
MERIK. -Yo ya me he agachado, pero no los he visto. ¡Mentiras de las mujeres y de los tontos de los «mujiks»! ¡Ni al diablo ni al «Leschii»(6) ni al muerto los ves! ¡No tienes hechos los ojos para verlo todo! ¡De chico me iba yo aposta al bosque, por la noche, para ver a «Leschii»! ¡Le llamaba a gritos con todas mis fuerzas! Me quedaba muy fijo delante de mí, sin pestañear, y «Leschii»..., ¡que si quieres! También solía ir al cementerio por las noches para ver a los muertos..., y nada. ¡Mentiras de las mujeres!... ¡He visto toda clase de bichos, pero de esas cosas de miedo..., ninguna! ¡No tienes hechos los ojos para verlas!...
UNA VOZ DESDE UN RINCÓN. -¡No digas eso! ¡También a veces se ven! ¡En nuestra aldea, un día, va un «mujik» y mata a un cerdo..., le abre la tripa y, de repente, salta algo de dentro!
SAVVA. -(Incorporándose.) ¡Hijitos!... ¡No hay que acordarse del maligno! ¡Es un pecado, queridos!
MERIK. -¡Ah..., barba canosa! ¡Esqueleto!... (Riendo.) ¡No es menester ir al cementerio para ver muertos! ¡Aquí mismo los tenemos saliendo del suelo para echarnos un sermón!... ¡Pecado!... ¡Sois unos ignorantes! ¡A mi padre, que también era «mujik», le gustaba igual sermonear!... (Enciende la pipa.) Una noche que había robado al cura un saco de manzanas, nos las trajo y dijo: «Oídlo bien, muchachos... ¡Hasta que pase la fiesta de la Asunción, es pecado comer Fruta»... ¡Pues lo mismo son ustedes!... ¡Es un pecado acordarse del diablo; pero hacer cosas endiabladas, no! ¿Eh?... ¡Tomemos por ejemplo a esta vieja arpía! (Señala a EFIMOVNA.) ¡Dice que ve en mi al maligno, y a saber si ella, en su vida, y por tonterías de mujeres, más de cinco veces le habría entregado el alma!...
EFIMOVNA. -¡Aparta, aparta! ¡Que no nos abandone el poder de Cristo! (Se cubre el rostro con las manos.) ¡Savvuschka!
TIJÓN. -¿Por qué asustas?, vamos a ver. ¡Parece enteramente que te recreas asustando! (El viento sacude la puerta.) ¡Señor Jesucristo! ¡Vaya viento!...
MERIK. -(Estirándose.) ¡Cómo me gustaría medir mis fuerzas con alguien!... (El viento hace golpear la puerta.) ¡Medírmelas, por ejemplo, con ese viento!... ¡No puede con ella, mientras que yo, en cambio, sería capaz de arrancar de cuajo la taberna con cimientos y todo! (Se levanta y vuelve a tumbarse.) ¡Qué aburrimiento!
NASAROVNA. -¡Lo que tienes que hacer es rezar! ¿Qué te atormenta, áspid?
EFIMOVNA. -¡Déjale! ¡No le toques! ¡Ya nos está mirando otra vez! (A MERIK.) ¡No nos mires, mal hombre! ¡Qué ojos tienes! ¡Parecen los de un demonio!
SAVVA. -¡Dejadle que os mire, peregrinitas!... Rezad y no os pasará nada.
BORTZOV. -¡No!... ¡No puedo más!... ¡Es superior a mis fuerzas! (Se acerca al mostrador.) ¡Oye, Tijón! ¡Te lo pido por última vez! ¡Solo media copa!
TIJÓN. -(Moviendo la cabeza negativamente.) ¡Primero el dinero!
BORTZOV. -¡Dios mío!... Pero ¡no te he dicho que todo el que tenía me lo bebí!... ¿De dónde voy a sacarlo? ¿Acaso te arruinaría fiarme una copa de vodka? ¡Una copa de vodka te sale a ti por un «grosch», y a mí, en cambio, me sacaría de sufrir lo que estoy sufriendo!... ¡Esto no es un capricho..., es un sufrimiento! ¿Lo entiendes?
TIJÓN. -Todo eso cuéntaselo a otro..., no a mí. Vete... ¡Pídeselo a esos! Que te lo den por el amor de Dios... Por el amor de Dios yo no doy más que pan.
BORTZOV. -¡Tú puedes sacar dinero a los pobres, pero yo no!... ¡Oh, perdón, perdón!... ¡Yo no puedo! ¿Comprendes? (Golpea con el puño en el mostrador.) ¡No puedo! (Pausa.) Aunque... Espera... (Volviéndose hacia los peregrinos.) ¡Es buena la idea, ortodoxos! ¡Socórranme con cinco «kopeikas»! ¡Son mis entrañas las que se lo piden! ¡Estoy enfermo!FEDIA. -¡Mira este ahora con que le socorramos! ¡Granuja! ¿No te contentarías con un poco de agüita?
BORTZOV. -¡Cómo me estoy rebajando! ¡Cómo me estoy rebajando!... ¡No! ¡No quiero nada! ¡Fue todo una broma!
MERIK. -¡No le convencerás, señor!... ¡Todo el mundo sabe lo agarrado que es!... ¡Espera..., que me parece que por algún sitio he metido un «piatak»! ¡Nos beberemos un vasito a medias! (Rebuscando en los bolsillos.) ¡Diablo! ¿Por dónde andará? ¡Me pareció antes oír sonar algo aquí dentro!... ¡Pues no! ¡No tengo, hermano! ¡Así es tu suerte! (Pausa.)
BORTZOV. -¡No puedo estar un momento más sin beber! ¡Si no bebiera, podría llegar a cometer un crimen o a suicidarme!... ¡Dios mío! ¿Qué haría yo? (Fijando la mirada en la puerta.) ¿Marcharme? ¿Marcharme a la ventura en esa oscuridad?
MERIK. -Vamos, peregrinitas... ¿Por qué no le hacen la moral?... Y tú, Tijón, ¿Por qué no le echas?... ¡Que no te va a pagar por el hospedaje es cosa segura! ¡Echale!... ¡Ah, qué gente más cruel es la de hoy en día! ¡No existe la bondad ni la benevolencia! Ven a uno ahogarse y le gritan: «¡Ahógate pronto! ¡Tenemos el día para trabajar!»... ¡Y no hay que contar con que alguien le eche un cable!... ¡Como el cable cuesta dinero!
SAVVA. -No murmures, buen hombre.
MERIK. -¡Calla viejo lobo! ¡Sois gente cruel! ¡Herodes! ¡Sois capaces de vender el alma! (A TIJÓN.) ¡Oye tú..., ven acá!... ¡Quítame las botas! ¡Deprisa!
TIJÓN. -¡Vaya genio que te gastas! (Riendo.) ¡Qué atrocidad!
MERIK. -¡Te digo que vengas! ¡Deprisa! (Pausa.) ¿Me oyes o no? ¿Estoy, acaso, hablando a la pared? (Se alza del banco.)
TIJÓN. -¡Bueno..., bueno!... ¡Basta ya!...
MERIK. -¡Quiero que tú.... usurero..., a mí, un mendigo y un vagabundo..., me quites las botas!
TIJÓN. -¡Bueno, bueno!... ¡No te enfades! ¡Ven y bébete un vasito! ¡Ven, anda!....
MERIK. -¡Buena gente!... ¿Qué es lo que le he dicho que quiero?... ¿Que me convide a vodka o que me quite las botas?... ¿Acaso me he expresado mal? (A TIJÓN.) ¡Quizá no me has oído bien!...; pero ¡espera un momento, que ahora veremos si me oyes mejor!... (Entre Peregrinos y Viajeros se advierte cierta inquietud. Algunos se levantan y fijan alternativamente los ojos en TIJÓN y en MERIK. Hay un ambiente de expectación silenciosa.)
TIJÓN. -¡Nos ha metido en una buena viniendo aquí! (Sale de detrás del mostrador) ¡Vaya con el caballero!... Anda!... ¡Trae acá!... (Quitando las botas a MERIK.) ¡Caín!...
MERIK. -Así... Bien... Ponlas juntas. Ya está bien. Vete ahora.
TIJÓN. -(Volviendo al mostrador.) ¡Te gusta demasiado enredar! ¡Si sigues así, ya verás lo pronto que salen volando de la taberna!... ¡Desde luego! (A BORTZOV, que se acerca de nuevo a él.) ¿Tú otra vez?...
BORTZOV. -Verás... Es que quizá pudiera darte un objeto de oro... Si lo quieres, te lo doy.
TIJÓN. -¿Por qué estás temblando? ¡Vamos.... habla claro!
BORTZOV. -¡Sé que, por mi parte, es una acción vil y repugnante...; pero qué le voy a hacer!... ¡Es mi estado de inconsciencia el que me empuja a cometer esta ruindad!... ¡Un tribunal me absolvería!... ¡Toma..., pero con una condición! ¡Con la de que me lo devuelvas cuando regrese de la ciudad! ¡Te lo doy ante testigos! (Se saca del pecho un medallón de oro.) ¡Aquí lo tienes!... ¡Debería sacar el retrato, pero no tengo donde meterlo! ¡Estoy empapado!... ¡Bueno!... ¡Róbamelo con retrato y todo!... ¡Solo que!... ¡No quisiera que tus dedos rozaran ese rostro!... ¡Te lo ruego!... ¡Querido!... ¡Fui brutal contigo! ¡Soy un necio, pero tú me perdonas!, ¿verdad?... ¡Yo... te lo ruego! ¡Que tus dedos no lo rocen!... ¡Que no miren tus ojos esta cara!... (Se lo entrega.)
TIJÓN. -(Inspeccionándolo.) ¡Conque un relojito robado!... ¡Vaya, vaya!... ¡Toma, bebe! (Le llena una copa de vodka.) ¡Zámpatela!
BORTZOV. -¡Solo que tú... Que tus dedos... Quiero decir!... (Bebe despacio, atragantándose a intervalos.)
TIJÓN. -(Abriendo el medallón.) Hum... Una «madama»... ¿Dónde la pescaste?
MERIK. -¿A ver?... ¡Enseña!... (Se levanta y se acerca al mostrador.) ¡Déjamelo ver!
TIJÓN. -(Rechazando a MERIK.) ¡Quieto! ¿Dónde vas?... ¡Míralo en mi mano!
FEDIA. -(Levantándose y avanzando hacia TIJÓN.) ¡Trae que lo vea yo también! (Acudiendo de todos lados y formando un grupo, se acercan al mostrador Peregrinos y Viajeros.)
MERIK. -(Sujetando con ambas manos la de TIJÓN, con el medallón en ella, y tras contemplar en silencio y largamente el retrato.) ¡Linda diablesa! Pero ¡es una señora!
FEDIA. -¡Sí que es una señora! ¡Qué mejillas! ¡Qué ojos!... ¡Quita la mano, que no veo bien!... ¡El pelo le cuelga hasta la cintura! ¡Le parece a uno que está viva y que va a romper a hablar! (Pausa.)
MERIK. -¡Para un hombre débil..., esa es la mayor perdición!... ¡Se le mete a uno una como esta en la mollera y... hombre al agua!
LA VOZ DE KUSMA. -¡So!... ¡Para!... (Entra KUSMA.)



Escena III
Dichos y KUSMA
KUSMA. -(Entrando.) ¡Cuando se tropieza uno en el camino con una tabernita..., no puede pasar de largo!... ¡Podría uno pasar por delante de la casa de su propio padre y no reparar en ella..., pero a una taberna..., la ves a cien verstas por oscuro que esté!... ¡Bueno! ¡Dejad paso! ¡A ver! (Golpeando con un «piatak» sobre el mostrador.) ¡Un vaso de «madera»! Pero ¡de la auténtica! ¡Pronto!
FEDIA. -¡Vaya diablo!
TIJÓN. -¡Quietas las manos! ¡Vas a enganchar algo!
MERIK. -¡Para eso me las ha dado Dios! ¡Para usarlas!... ¡Pues no sois poco delicados! ¡Os asustáis de la lluvia como si fuerais de azúcar!
EFIMOVNA. -¿Y cómo no va uno a asustarse, buen hombre, cuando de viaje te coge una noche como esta? ¡Y todavía ahora, gracias a Dios, encuentras en todos los caminos cantidad de aldeas y posadas donde poder resguardarte de la tempestad..., que lo que es antes!... ¡Qué era aquello, Dios mío!... ¡Te tirabas cien verstas sin ver, no digamos ya una posada, ni una astilla! ¡Tenías que acabar por pasar la noche en el campo!
KUSMA. -¿Llevas mucho tiempo rodando por el mundo, «baba»?(7).
EFIMOVNA. -¡Cerca de ochenta años, padrecito!
KUSMA. -¡Cerca de ochenta años! ¡Pues poco te falta ya para la edad del cuervo!... (Reparando en BORTZOV.) ¿Y ese otro? ¿Quien es esa pasita?... (Mirando de pronto, fijamente.) Pero ¡si es el señor! (BORTZOV, viéndose reconocido por KUSMA, se retira a un rincón y se sienta en un banco.) ¡Semión Sergueich!... ¿Es usted?... ¿Cómo puede usted encontrarse en esta taberna?... ¿Es este un sitio adecuado para que esté en él?...
BORTZOV. -¡Calla!
MERIK. -(A KUSMA.) ¿Quién es?
KUSMA. -¡Un desdichado mártir! (Paseando, nervioso, al pie del mostrador.) ¡En una taberna!... ¿Será posible?... ¡Desgreñado..., borracho!... ¡Qué terrible preocupación, hermanos!... ¡Qué terrible! (A MERIK, en voz baja.) ¿Sabes?..., es nuestro amo. Nuestro terrateniente Semión Sergueich Bortzov. ¿Has visto cómo está? ¿Quién parece ahora?... ¡Adónde le ha llevado a parar la borrachera! ¡Tú!... ¡Echame más!... (Bebe.) Yo soy de su aldea, de Bortzovka. Puede que la hayas oído nombrar. Está en la región de Ergovskii, a unas doscientas verstas de aquí... Eramos siervos de su padre... ¡Qué pena!
MERIK. -¿Y era rico?
KUSMA. -Mucho.
MERIK. -Entonces.... ¿tiró por la ventana la herencia de su padre?
KUSMA. -No. Es que su sino ha sido ese, amigos... Era un caballero de mucha categoría..., rico, sobrio en la bebida... (A TIJÓN.) Tú, seguramente que en tiempos le has visto pasar a menudo por aquí, camino de la ciudad... Solía llevar unos buenos caballos..., muy briosos..., un coche con muelles sólidos... Todo de primera... Tenía también unas cinco «troikas», hermano mío... Me acuerdo que hará unos cinco años, pasando por aquí, al de la balsa Mikischinskii le dio un rublo en lugar de un «piatak»... «No tengo tiempo de esperar a que me des la vuelta», le dijo... ¡Así era!...
MERIK. -Entonces, ¿quiere decirse que perdió el juicio?
KUSMA. -No... Juicio tenía... Todo le pasó por falta de valor... La principal culpable, muchachos, fue la mujer... El pobrecito se enamoró de una señorita de la capital y le pareció que no había nadie mejor que ella en el mundo... Desde luego, era una joven de buena familia... No puede decirse que fuera una cualquiera...; pero ¡como coqueta!... No sabía más que mover la cola del vestido, hacer guiños con los ojos y reírse. ¡Siempre se estaba riendo! ¡De inteligencia, nada!... ¡Claro que a los señores les gusta eso!... ¡Para ellos esas son las mujeres inteligentes..., pero para nosotros, los «mujiks»..., según nuestro modo de ver..., las cogería uno y las largaría de casa!... Así, pues..., como os iba diciendo..., se enamoró tanto de ella que ¡adiós libertad!... Empezaron a verse..., y que si esto, y que si lo otro... Que si paseos por la noche en barquita... Que si el piano...
BORTZOV. -¡No se lo cuentes, Kusma! ¿Para qué? ¿Qué les importa mi vida?
KUSMA. -Dispénseme, señoría... Les contaba sólo unas cosillas... Sólo unas cosillas..., pero ya terminé... ¡Me había quedado preocupado! ¡Muy preocupado!... ¡Echame otro vaso! (Bebe.)
MERIK. -(A media voz.) ¿Y ella? ¿Le quería?
KUSMA. -(En voz baja, que luego sube a tono normal.) ¿Cómo que si le quería?... ¡Es un caballero distinguido..., y cuando tienes mil «desiatinas» y te sobra tanto el dinero que ya ni las gallinas le hacen caso, cómo no van a quererte!... Era un hombre de categoría, respetable, sobrio... Se hablaba con las autoridades como podemos hablarnos tú y yo ahora... «¿Qué tal?... (Dándole la mano.) ¡Muy buenas!»... Así, en fin... Atravesaba yo una tarde el jardín..., es un jardín enorme, hermanos..., se le puede medir por verstas..., voy andando despacito y me los veo sentados en un banco, besándose. (Imita el chasquido de un beso.) Si él le da un beso, la muy serpiente de ella le devuelve dos. El le coge la manecita blanca y ella, turbándose, se estrecha contra él y le dice: «¡Te quiero, Senia!»... Y Senia, ese pobre desgraciado, empieza a presumir de felicidad con unos y otros... A este le da un rublo..., al de más allá, dos... A mí me dio para comprarme un caballo, y, en cuanto a las deudas..., la alegría le hacía perdonarlas todas.
BORTZOV. -¡Ah! ¿Para qué cuentas todo eso? ¿No sabes que esta gente es incapaz de compadecerse?
KUSMA. -¡Sólo algunas cosas, señor! ¡Me lo están pidiendo!... Pero, bueno, bueno... ¡Si se enfada, no sigo! ¡No sigo! ¿Qué me importa, después de todo? (Se oyen los cascabeles de un coche de posta.)
FEDIA. -No hables alto, pero sigue.
KUSMA. -¡Ya estaba hablando bajo, pero es que no me deja! ¡Qué le vamos a hacer!... Además, en realidad, aquí se acaba la historia. Se casaron, y punto concluido. No ocurrió nada más. ¡Tú, échame otra copa!... Y eso que no me gustan las borracheras... Luego, justo en seguida de la boda y en el preciso momento en que iban todos a sentarse a la mesa para cenar, ella se escapó en una berlina... (En un susurro.) A la ciudad..., con el abogado..., su amante... Conque...,
¿qué te parece?... ¿No hubiera sido poco matarla?
MERIK. -(Pensativo.) Sí... ¿Y qué pasó después?
KUSMA. -Pues que él se quedó como atolondrado y..., ya lo ves. Empezó a empinar el codo y sigue empinandolo... Y, sin embargo, todavía la quiere. ¡Fíjate si la querrá, que seguramente ahora se va a la ciudad a pie, sólo por verla, aunque sea de lejos y un instante!... La mirará y se marchará otra vez. (Ante la puerta se detiene la silla de posta. El CARTERO entra en la taberna y pide de beber.)
TIJÓN. -Hoy trae retraso el correo. (El CARTERO, sin contestar, paga y se va. El sonido de los cascabeles de la silla de posta se pierde a lo lejos.)
UNA VOZ DESDE UN RINCÓN. -En noches de tempestad como esta, robar al correo debe de ser facilísimo.
MERIK. -¡Llevo treinta y cinco años en el mundo sin haber robado al correo ni una sola vez! (Pausa.) ¡Ahora, como se ha marchado, también es tarde!
KUSMA. -¡Tú debes de querer conocer el presidio!
MERIK. -¡Hay tanta gente que roba y que no conoce el presidio!... ¡Y total el presidio..., qué! (Con acento duro.) ¿Y qué pasó después?
KUSMA. -¿Te refieres a ese desgraciado?
MERIK. -¿A quién, si no?
KUSMA. -Pues, después..., ocurrió otro asunto que fue el que le llevó a la ruina, hermanos... El culpable fue su cuñado, el marido de su hermana... Le había garantizado en un banco unos treinta mil rublos; pero el cuñado, que entendía sus intereses, agarró el dinero..., y de pagar..., ¡ni gorda!..., con lo que nuestro amo tuvo que liquidar el total de los treinta mil... (Suspira.) Es tonto, y su tontería le está haciendo sufrir un martirio. Su mujer tiene hijos del abogado, y el cuñado se compró una hacienda en Poltava, y, mientras tanto, el bobo de este, de taberna en taberna, lamentándose: «¡Ya no tengo fe, hermanos, en nadie! ¡Ya no la tengo!»... ¡Cobardía!... Todo el mundo tiene sus penas, y si el dolor, como una serpiente, te chupa el corazón..., ¿vas a tener por eso que darte a la bebida?... ¡Tomemos por ejemplo a nuestro alguacil!... ¡Su mujer, en pleno día, recibe la visita del maestro de escuela y, además, se gasta el dinero de su marido en alcohol!... Pues bien: el alguacil va por ahí tan tranquilo, y con la sonrisa en la cara... ¡Claro que ha adelgazado un poco!
TIJÓN. -(Con un suspiro.) ¡Todo depende de las fuerzas que Dios le haya dado a uno!
KUSMA. -¡Hay fuerzas y fuerzas!... ¡Eso es verdad!... Bueno... ¿Cuánto te debo? (Pagando.) Aquí tienes el dinero. ¡Adiós, muchachos! ¡Buenas noches! ¡Que tengan sueños bonitos! ¡Yo tengo ya que correr! ¡Es la hora!... ¡Tengo que correr!... ¡Llevo en el coche a la comadrona del hospital para la señora! ¡Se habrá puesto chorreandito esperándome! (Sale escapado.)
TIJÓN. -(Tras una pausa.) ¡Oye, tú!... ¡Usted!... ¡Como se llame, pobre desgraciado! ¡Beba! (Le tiende una copa.)
BORTZOV. -(Se acerca, indeciso, al mostrador y bebe.) Entonces, ¿ahora son dos vasos los que te debo?
TIJÓN. -¡Qué deuda ni qué pamplinas! ¡Beba y no piense en más! ¡Ahogue sus penas!
FEDIA. -¡Yo también te convido, señor!... ¡Ah!... (Arroja un «piatak» sobre el mostrador.) ¡Bebamos o no bebamos..., todos nos tenemos que morir! ¡Sin vodka se encontrará uno bien, pero a fe mía que con ella, mejor! ¡Las penas con vodka no son penas!
BORTZOV. -¡Cómo abrasa!
MERIK. -Ven... Trae eso aquí. (Arranca el medallón de las manos de TIJÓN y examina atentamente el retrato.) ¡Hum!... Se marchó después de la boda... ¿Qué te parece?
UNA VOZ DESDE UN RINCÓN. -¡Anda, Tischa! ¡Dale un vasito de mi parte! ¡Yo también le convido!
MERIK. -(Arrojando violentamente el medallón al suelo.) ¡Maldita! (Después se encamina rápidamente al sitio que ocupaba y se tumba en él, con la cara vuelta hacia la pared. Agitación general.)
BORTZOV. -Pero ¿qué significa esto? (Recoge del suelo el medallón.) ¿Cómo te atreves, animal?... ¿Quién te ha dado derecho?... (Con voz llena de lágrimas.) ¿Es que quieres que te mate? ¿Sí?... ¡Bruto!
TIJÓN. -¡Basta ya de enfadarse, señor!... ¡Como no es de vidrio, no le ha pasado nada! ¡Anda, bebe y échate a dormir! (Le llena una copa.) ¡Escuchándoles a ustedes no me di cuenta de que hace rato que es hora de cerrar la taberna! (Va a la puerta y la cierra.)
BORTZOV. -(Bebiendo.) ¡Cómo pudo atreverse! ¡Habráse visto necio semejante! (A MERIK.) ¿Me has entendido? ¡Eres un necio y un burro!
SAVVA. -¡Guarden silencio, muchachitos!... ¿Qué utilidad puede resultar de ese alboroto?... ¡Hay que dejar dormir a la gente!
TIJÓN. -¡A echarse! ¡A echarse! ¡Basta ya! (Pasa detrás del mostrador y cierra el cajón del dinero.) ¡Es hora de dormir!
FEDIA. -¡Y tanto que lo es! ¡Buenas noches, hermanos!
MERIK. -(Tras levantarse y extender sobre el banco su «poluschubok»)(8) ¡Ven, señor! ¡Echate ahí!
TIJÓN. -Y tú, ¿dónde te vas a acostar?
MERIK. -Yo, en cualquier parte... Aunque sea en el suelo. (Extiende sobre este la «sermiaga».) Me da igual. (Colocando a su lado el hacha.) ¡Para él es un suplicio dormir en el suelo!... ¡Está acostumbrado a la seda..., al algodón!...
TIJÓN. -(A BORTZOV.) ¡Echate, señoría! ¡Basta ya de mirar el retrato! (Apagando la vela.) ¡Mándala ya a paseo!
BORTZOV. -(Tambaleándose.) ¿Dónde es donde tengo que echarme?
TIJÓN. -Allí... Donde estaba ese vagabundo. ¿O es que no has oído que te cede el sitio?
BORTZOV. -(Acercándose al sitio que acaban de cederle.) Estoy..., me parece..., un poco borracho. Entonces, ¿qué?... ¿Es aquí donde tengo que echarme?
TIJÓN. -Ahí, sí. No tengas miedo, échate. (Se tumba, a su vez, sobre el mostrador.)
BORTZOV. -Estoy... borracho. Todo me da vueltas... (Abriendo el medallón.) ¿No tendréis una velita? (Pausa.) ¡Qué graciosa eres, Masha!... ¡Desde el retrato me miras y te ríes! (Ríe.) ¡Borracho!... Pero ¿acaso puede uno reírse de un borracho?... «¡Que no te importe, como dice «schastlivtzev»(9), y quiere al borracho!»...
FEDIA. -¡Cómo aúlla el viento! ¡Da miedo!
BORTZOV. -(Riendo.) ¡Qué graciosa eres! ¿Cómo puedes dar tantas vueltas? ¡No se te puede coger!
MERIK. -Está delirando. No quita los ojos del retrato y se ríe... ¡Que haya tanta gente instruida, capaz de inventar máquinas y medicamentos, y que nadie haya sabido todavía encontrar una medicina contra las mujeres!... ¡Se buscan remedios para curar las enfermedades y no se tiene en cuenta que menos gentes perecen por ellas que por las mujeres!... ¡Son unas pérfidas! ¡No quieren más que el dinero, y no tienen ni corazón ni inteligencia!... ¡La suegra atormenta a la nuera, la nuera piensa en engañar a su marido, y así no se acaba nunca!...
TIJÓN. -Sí. La mujer fue su perdición.
MERIK. -¡Y no lo digo yo solo!... ¡Desde los tiempos más remotos, desde que el mundo es mundo, todos los hombres se quejan de lo mismo! ¡Por algo en los cuentos y en las canciones se compara a la mujer con el diablo! ¡Con alguna razón se hace! ¡No será verdad del todo..., pero es verdad!... (Pausa.) ¡El señor andará por ahí como un atontado!... Pero, ¿crees que a mí me sobraba el juicio cuando abandoné a mi padre y a mi madre y me convertí en un vagabundo?
FEDIA. -¿También una mujer?
MERIK. -También. Lo mismito que el señor... Vivía como embrujado..., orgulloso de mi felicidad... De día y de noche me sentía arder... Hasta que llegó el momento en que mis ojos se abrieron... ¡Aquello no había sido amor!... ¡Había sido sólo un engaño!...
FEDIA. -¿Y qué le hiciste?
MERIK. -¡Eso no es asunto tuyo!... (Pausa.) ¿Crees, acaso, que la maté?... ¡Nada de eso!... ¡Lejos de matar, a uno encima le da lástima!... «¡Anda, vive y sé feliz!», dice uno. «¡Con tal que mis ojos no te vean, serpiente venenosa, y de que pueda olvidarte!»... (Se oyen golpes dados sobre la puerta.)
TIJÓN. -¿A quién traerán los demonios?... ¿Quién es? (Nuevos golpes.) ¿Quién llama? (Levantándose y acercándose a la puerta.) ¿Quién llama? ¡El que sea, que pase de largo! ¡Está cerrado!
UNA VOZ, TRAS LA PUERTA. -¡Déjame entrar, Tijón! ¡Hazme la merced! ¡Se me ha estallado un muelle de la berlina! ¡Ayúdame, por el amor de Dios! ¡Sólo necesito atarla con una cuerda! ¡Ya veremos luego cómo llegamos!
TIJÓN. -¿Quién es el viajante?
UNA VOZ, TRAS LA PUERTA. -¡Es una señora que va de la ciudad a Varsonofievo! ¡Ya no nos faltan más que cinco verstas! ¡Ayúdame! ¡Hazme la merced!
TIJÓN. -¡Ve a decir a la señora que si quiere dar diez rublos tendrá la cuerda y se le arreglará el muelle de la berlina!
UNA VOZ, TRAS LA PUERTA. -¿Diez rublos? ¿Te has vuelto loco? ¡Eres peor que un perro rabioso! ¡Te alegras de la desgracia ajena!
TIJÓN. -¡Ya lo has oído! ¡Si no quieres, ni falta que me hace a mí!...
UNA VOZ, TRAS LA PUERTA. -¡Bueno, bueno!... ¡Espera! (Una pausa.) ¡La señora dice que sí!
TIJÓN. -¡Que se digne pasar, entonces! (Abre la puerta, y deja entrar al COCHERO.)



Escena IV
Dichos y el COCHERO
COCHERO. -¡Salud, ortodoxos!... ¡A ver..., venga la cuerda! ¡Deprisa!... ¿Quién puede ayudarme, muchachos?... ¡Habrá propina!
TIJÓN. -¡No les digas nada de propinas! ¡Déjales dormir! ¡Ya nos las arreglaremos tú y yo!
COCHERO. -¡Estoy rendido, helado y tan lleno de barro, que no me queda encima un hilacho seco! Otra cosa quería decirte, querido... ¿No tendrás por ahí un cuartito en el que la señora pudiera entrar un poco en calor? ¡La berlina va toda volcada de un costado, y es imposible tenerla allí sentada!
TIJÓN. -¡Qué cuarto ni qué pamplinas!... ¡Si tiene frío, que entre en calor aquí! ¡Ya la acomodaremos! (Se dirige al lugar que ocupa BORTZOV, con el fin de hacer a su lado un sitio.) ¡A levantarse! ¡A levantarse!... ¡Mientras la señora se calienta, bien podías estar una horita en el suelo! (A BORTZOV.) ¡Enderézate un poco, señoría! ¡Quédate sentado un rato! (BORTZOV se incorpora.) ¡Ya tenemos aquí el sitio! (Sale el COCHERO.)
FEDIA. -¡Ahora, una huéspeda! ¡Al diablo con ella! ¡Y sin dormir hasta el amanecer!
TIJÓN. -¡Lástima no haberle pedido quince rublos!... ¡Seguramente los hubiera dado! (Va a colocarse junto a la puerta, en actitud de espera.) ¡Vosotros, muchachos, tened educación!... ¡Cuidado con lo que decís! (Entra MARÍA EGOROVNA, seguida del COCHERO.)





Escena V
Dichos. MARÍA EGOROVNA y el COCHERO
TIJÓN. -¡Sírvase pasar, excelencia! ¡Vivimos como «mujiks», pero no le dé reparo!
MARÍA EGOROVNA. -¡No se ve nada! ¿Por dónde tengo que ir?
TIJÓN. -Por aquí, excelencia. (La conduce alsitio inmediato a BORTZOV.) Tenga la bondad de acomodarse. (Soplando en el asiento.) Con perdón, tengo que decirle que no dispongo de ningún cuartito separado..., pero no se preocupe, señora. La gente aquí es buena y pacífica....
MARÍA EGOROVNA. -(Tomando asiento junto a BORTZOV.) ¡La atmósfera es sofocante! ¡Deja, por lo menos, la puerta abierta!
TIJÓN. -Como ordene. (Corre a abrir la puerta de par en par.)
MERIK. -¡Todos tienen frío y abren la puerta! (Se levanta y la cierra de un portazo.) ¡Vaya con la marimandona! (Se tumba de nuevo.)
TIJÓN. -¡Discúlpeme, excelencia! ¡Es un chiflado! Pero ¡no tenga miedo, que no la hará daño!... En lo que no estoy conforme, señora, es en lo de los diez rublos... ¡Si le parecen bien quince!...
MARÍA EGOROVNA. -Bien, pero date prisa.
TIJÓN. -En un instante quedará todo arreglado... (Saca unas cuerdas de debajo del mostrador.) En un instante. (Pausa.)
BORTZOV. -(Mirando fijamente a MARÍA EGOROVNA.) ¡Mari!... ¡Masha!...
MARÍA EGOROVNA. -(Mirando, a su vez, a BORTZOV.) ¿Qué ocurre?
BORTZOV. -¿Mari? ¿Eres tú?... ¿De dónde vienes? (MARÍA EGOROVNA, reconociendo a BORTZOV, lanza un grito y va a situarse de un salto en el centro de la taberna. BORTZOV la sigue.) ¡Mari!... ¡Soy yo!... ¡Yo!... (Riendo.) ¡Mi mujer! ¡Mari!... Pero ¿dónde estoy?... ¡Gentes..., traed una luz!
MARÍA EGOROVNA. -¡Apártese!... ¡Miente!... ¡No es usted! ¡No puede ser usted!... (Se tapa la cara con las manos.) ¡Es una mentira!... ¡Una necedad!...
BORTZOV. -¡Es su voz! ¡Son sus movimientos!... ¡Mari!... ¡Soy yo!... ¡Verás!... ¡Ahora te lo explicaré todo!... ¡Estaba borracho y la cabeza me daba vueltas!... ¡Dios mío!... ¡Espera! ¡Espera!... ¡No entiendo nada! (Con un grito.) ¡Mi mujer! (Cae sollozando a sus pies. Alrededor de los cónyuges se forma un grupo.)
MARÍA EGOROVNA. -¡Apártese! (Al COCHERO.) ¡Vámonos, Denis! ¡No puedo seguir aquí ni un momento más!
MERIK. -(Levantándose de un salto y mirándola fijamente a la cara.) ¡El retrato! (La coge por una mano.) ¡Es la misma!... ¡Oíd todos! ¡Es la mujer del señor!
MARÍA EGOROVNA. -¡Fuera de aquí, «mujik»! (Esforzándose en soltarse de MERIK.) ¡Denis! ¿Por qué estás ahí quieto? (DENIS y TIJÓN, corriendo hacia ella, sujetan a MERIK por debajo de los brazos) ¡Esto es una cueva de bandidos! ¡Suelta mi mano! ¡No tengo miedo! ¡Fuera de aquí!
MERIK. -¡Espera!... ¡Ahora te soltaré! ¡Déjame decirte tan solo una palabra!... ¡Una palabra para que entendieras!... ¡Espera! (Volviéndose hacia TIJÓN y DENIS.) ¡Largo de aquí, brutos!... ¡No me sujetéis!... ¡No la soltaré hasta que le diga unas palabras! ¡Espera!... ¡Un momento! (Golpeándose la frente con el puño.) ¡No!... ¡No me ha dado Dios bastante inteligencia!... ¡No encuentro las palabras que quiero decirte!...
MARÍA EGOROVNA. -(Soltando su mano de un tirón.) ¡Fuera de aquí! ¡Borracho! ¡Vámonos, Denis! (Intenta dirigirse a la puerta.)
MERIK. -(Cerrándole el paso.) ¡No!... ¡Echale, aunque sea sólo una mirada! ¡Acarícialo siquiera con una palabra cariñosa!... ¡Te lo suplico, por el amor de Dios!
MARÍA EGOROVNA. -¡Quitadme de ahí a ese loco!...
MERIK. -¡Ah!, ¿sí?... ¡Pues perece entonces, maldita! (Levanta el hacha. La agitación general es terrible. Todos se han levantado ruidosamente y lanzan gritos de espanto. SAVVA va a colocarse entre MARÍA EGOROVNA y MERIK, y DENIS, dando a este un fuerte empujón, saca a su señora de la taberna. Todos están petrificados. Se sucede una larga pausa.)
BORTZOV. -(Con el gesto de buscar algo en el aire.) ¡Mari!... ¿Dónde estás, Mari?
NASAROVNA. -¡Dios mío! ¡Dios mío!... ¡Mi alma entera sangra!... ¡Criminales!... ¡Qué noche maldita!
MERIK. -(Dejando caer la mano que sostiene el hacha.) ¿La he matado o no la he matado?...
TIJÓN. -¡Da gracias a Dios de haber salvado la cabeza!
MERIK. -Entonces..., ¿no la maté?... (Tambaleándose, se dirige a su lecho.) ¡No permitió el destino mío que muriera por culpa de un hacha robada!... (Se deja caer en el lecho y solloza.) ¡Oh, qué dolor!... ¡Qué terrible dolor!... ¡Ortodoxos..., tened piedad de mí!

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